Yo tengo bien claro que hay tres temas de los cuales uno no debe hablar si no quiere llenarse de enemistades, esos temas son: política, religión y foot-ball.
Pero como no me importa aquí voy… empezaré por la política:
Hablar de política, en mi caso, es como intentar leer un libro de mecánica escrito en japonés porque no soy político ni pretendo serlo. Y hay muchos que prefieren ni tocar el tema. El problema es que la política, queramos o no, es parte de la vida de todos, todos. A excepción de Tarzán, el hombre mono, todos somos parte de una sociedad y si vives en sociedad es inevitable que la política no te alcance algún día.
Y no lo digo así porque la política sea algo exactamente malo. En realidad la ciencia política sería algo muy gratificante para la sociedad en general si no fuera porque el mismo ser humano es una madriguera de vanidades. No es que no me importe el resto del mundo pero me voy a enfocar en hablar de este país porque aquí vivo:
Me imagino que todos los que en este momento son parte importante de la política de Guatemala en algún momento de su vida fueron jóvenes que soñaban con que su país fuera una nación que le brindara una vida plena a sus ciudadanos. O tal vez no ¿verdad?
Bueno, yo muchas veces soñé despierto con que Guatemala fuera un país diferente al que es ahora. Y no fui ni soy el único. ¿Entonces… qué pasa con la gente que está en el poder? No es que todos sean de lo peor porque gente de mala fe hay en todo, en la colonia, barrio, pueblo, en el colegio o la escuela, en el trabajo, etc. no digamos en el gobierno pero ¿no se supone que la gente que está al mando del país debería ser la mejor y no la peor? Desgraciadamente eso aparenta la mayoría de los que están ahí.
Parece ser que cuando una persona se inicia en el mundo de la política le programan automáticamente en la cabeza que el objetivo principal de esta es hacer dinero (además de recibir de entradita el curso: “Como desarrollar la indiferencia ante los problemas de los demás en 10 días.”). Entonces, conforme esa persona crece políticamente, aunque de joven sus padres, familia y maestros le hayan enseñado principios, honestidad, ética y valores para ser una persona de bien… el egoísmo, la avaricia, la deshonestidad, la falta de integridad y hasta la falta de sentido común le son naturalmente heredadas por la gente que ya está en el mundo de la política desde hace mucho tiempo atrás.
Y con el paso de los años esa misma persona que vive en un ambiente político desarrolla una gran adaptabilidad al negro sistema de gobierno que hace años, por herencia, impera en Guatemala lo cual significa que cualquier acto fuera de la ley, por muy denigrante que hubiera sido para esa persona en el pasado, gradualmente se convierte en algo tan natural y rutinario como escuchar música o lavarse los dientes.
Insisto en que quizás no son todos pero que de cien políticos solo dos sean personas respetables no nos ayuda mucho como país y sociedad. El dicho reza que una manzana podrida pudre a las demás. Lo mismo pero a mayor velocidad resultaría de meter una manzana buena en una cesta llena de manzanas podridas, y eso es precisamente lo que sucede con la política en Guatemala. Todo indica que aunque alguien tenga la buena voluntad de cambiar el rumbo del país, no podrá hacerlo porque, aunque no quiera, el sistema se lo come… o lo borra, que es peor. O sea que la política es como jugar un videojuego de zombies, si te atrapan te vuelves uno de ellos. La diferencia es que en el videojuego puedes volver a empezar.
La falta de consciencia social combinada con el hecho de que la impunidad en Guatemala sea tan alta son una especie de virus que se retro alimenta y auto reproduce dando como resultado un cíclico sistema de gobierno corrupto y mediocre que cambia de piel cada cuatro años pero que por dentro sigue siendo el mismo cáncer de siempre. Y eso… ¿cómo se cura?
lunes, 13 de julio de 2009
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